sábado, 16 de mayo de 2009

Segunda parte

Bueno, sigamos con el viaje de la Semana Dorada, que aún me queda la vuelta. Después de visitar Hiroshima y pasar una buena noche de sueño, reposé el desayuno viendo algunas zonas más de Hiroshima, y luego me metí en el tren que me llevaría a Onomichi, mi siguiente destino. Allí, lo más interesante es una cosa llamada "El camino de la literatura", que consiste simplemente en una serie de piedras con escrituras clásicas japonesas grabadas. Claro, algo así no puede ser muy interesante, pero echemos un vistazo...



Está claro que a esta gente le gusta eso de subir y bajar de sitios. En fin, por si el día anterior no había sido ya agotador, éste terminó de destrozarme las piernas. Pero, una vez más, mereció la pena.


Tras este agradable paseo, un corto trayecto en tren me llevó a Okayama, otra zona montañosa con fama de ser bonita. Por suerte, lo único que me interesaba de esta parte de Japón era el castillo y un parque que tiene delante. Es uno de esos parques en los que hay que pagar para entrar, pero no es demasiado caro, y es un lugar magnífico en el que pasar la tarde.




La vuelta a Osaka, en tren, larga y silenciosa. Bueno, no tan larga, solo unas 3 horas, pero cansado como estaba, casi me quedo roque. Y el día siguiente, a Kyoto, a seguir haciendo el turista. Pero eso es otra historia...

Humor: relajado. Un cuento: La leyenda de Momotarou.

lunes, 11 de mayo de 2009

Watashi ha koukousei tantei, Kudou Shinichi

Ayer fui a ver mi primera película en japonés al cine. Desde que me dijeron que iba a venir a Japón, sabía que iba a ir al cine a ver una película de Detective Conan, y parece que los japoneses me oyeron, porque decidieron que iban a hacer la de este año más épica que de costumbre. Lógicamente, no me enteré de gran cosa de la película (como diría quien yo me sé, "simplemente me quedé ahí sentado mirando aquellas bonitas imágenes"), pero disfruté como un enano, entendí bastantes más cosas de las que me esperaba, y fue un subidón en mis ganas de aprender japonés que, francamente, necesitaba. Entre la semana que me pasé en España y la Semana Dorada, en la que solo he hablado en español, ya se me había olvidado este bonito idioma.

Y como las mejores terapias son las de choque, hoy he tenido que hablar delante de la gente de mi empresa, otra vez. La historia, no sé si lo he dicho ya, es que cada lunes por la mañana una persona del departamento se pone delante del resto y habla de "algo que le haya ocurrido". No sé si será una forma de que la gente se conozca mejor a la fuerza o simplemente se aburren, pero esta semana me ha tocado a mí. En realidad me tocaba el jueves pasado, que fue el primer día de trabajo después de la Semana Dorada, pero estaba tan reventado que me pedí el día libre. Mejor: un fin de semana más para preparar el discurso.

La mayoría de los japoneses, al menos los que trabajan para una compañía grande como Sanyo, no tienen intereses fuera del trabajo. Supongo que le dan al trabajo más importancia que yo, o tal vez no tienen tiempo para nada más, pero el caso es que, cuando les toca hablar, la mayoría solo hablan de su trabajo. De vez en cuando hay casos especiales, como el tipo que tuvo que cuidar de su hijo cuando pasó una gripe muy mala, pero son excepciones. Yo, como buen español, he hablado de la Semana Santa. La alternativa era hablar de mi viaje a Hiroshima, pero a los japoneses les aburre hablar de Japón, porque se pasan el día oyendo discursos patrióticos por todas partes (en serio, en casi todas las celebraciones se menciona el nombre del país en un momento u otro).

En fin, podría haber ido peor. Me preparé, con ayuda de un amigo (gracias, Carlos), el discursito en cuestión. Me lo estudié, me lo repasé, lo hice lo más fácil que pude... y, lógicamente, llegado el momento me quedé en blanco. Olvidé la regla de oro de los discursos: comienza con algo intrascendente para calentar y dejar que llegue el resto. Total, que el primer párrafo me lo inventé por completo, y me quedó fatal. Aún así, creo que el resto fue bastante bien, pero espero no tener que repetirlo en la vida. Esperanza vana, porque me quedan al menos otros dos discursos para dar mientras estén en Japón.

Humor: risilla nerviosa. Una frase: Shinjitsu wa itsumo hitotsu!

PS: Como tengo una suerte que no me la merezco, nada más salir de ver la peli de Detective Conan me encontré, de pura casualidad, con estas cosillas, que pasaron a formar parte de mi ya abultada colección de plástico.

sábado, 9 de mayo de 2009

Ya es primavera...

Esta semana pasada ha sido la Semana Dorada en Japón, lo más parecido que tienen los millones de adictos al trabajo de por aquí a unas vacaciones. De entre los japoneses a los que he preguntado, ninguno ha hecho nada especial. De entre los Vulcanus, algunos se han ido a Australia, otros a Korea, otros a sus respectivos países... y otros, como el que suscri, se han quedado en Japón, viajando y viendo cosas nuevas. Personalmente, me organicé un viajecito corto, de un par de días, a Hiroshima y alrededores, y usé el resto de los días para ver zonas cercanas a Osaka, sobre todo Kyoto y Nara. Comentar toda esta semana en un post es excesivo, incuso para mi habitual verborrea, así que voy a comenzar con el principio del viaje, y ya iré completando.

Para llegarme a Hiroshima cogí el 123bus, un servicio de autobuses baratos que tiene algunos nocturnos. El único problema es que tienen por norma avisar por megafonía cuando se hace una parada, y como las normas están para cumplirlas, hacen eso incluso de noche. ¿Sabéis la gracia que hace a las 4 de la mañana que te enciendan las luces y te griten que, si quieres bajar a comer o a ir al aseo, eres libre de hacerlo? En fin, durmiendo lo posible, llegué a Hiroshima, donde apenas estuve nada de rato, porque la primera parada era Miyajima, una islita a media hora de distancia.


Miyajima es famosa porque cuenta con una de las 3 vistas más famosas de Japón. Sí, hay una lista de las 3 vistas más famosas de Japón. Y con los 3 jardines más famosos. Y con los 3 castillos, montañas, Budas, festivales, templos... A esta gente les encantan las listas. En fin, de esas tres vistas, una de ellas era el puente en el cielo de Amanohashidate, que ya os enseñé. La segunda es el torii flotante.


La verdad es que es bastante impresionante, y sorprendentemente poco visitado, al menos cuando yo estuve allí. El torii está delante del templo Itsukushima, costero y casi al aire libre, pero la ciudad no tiene sólo el templo. Detrás del templo hay una montaña con algunos templos más, para ver los cuales hay que tener bastante buenas piernas. Me subí la montaña entera (hay una parte que se hace con teleférico) y me pateé gran parte de la zona superior, donde no se puede dar un paso sin subir o bajar escaleras. Acabé reventado, pero mereció la pena.







Tras volver a Hiroshima, registrarme en el hotel y zamparme un okonomiyaki típico de la zona, alquilé una bici en el mismo hotel y me puse a dar vueltas por la ciudad. El primer objetivo era el parque de la paz, con la cúpula que queda como recordatorio de la bomba atómica y el museo de la paz. La verdad es que en toda esta zona de Japón se pueden encontrar referencias a la paz, lo cual, tras lo que pasó en la segunda guerra, es comprensible.


También visité el castillo de Hiroshima. Uno más, pero es que me gustan.


Y aquí tenemos el gran golpe de suerte del viaje. Resulta que, sin comerlo ni beberlo, me encontré en medio de un festival dedicado a la paz, que duraba 3 días. No tenía ni idea de que estaba ese festival, ni de cuándo era, ni de qué trataba, pero llegué en el momento justo para disfrutarlo. Fijaos qué cosas tan chulas.





Humor: asombrado. Una pregunta: ¿Por qué a los japoneses no les gustarán las vacaciones?