martes, 26 de agosto de 2008

Primera parte: Prólogo

Allá por 2006, cuando presenté mi proyecto fin de carrera, se me ocurrió la loca idea de echar los papeles de la beca Vulcanus, porque un amigo mío había hecho una intentona cuando estábamos en tercero y, aunque le salió mal, a mí me picó el gusanillo. Sabía que necesitaba una carta de recomendación de un profesor, y le dije a mi directora de proyecto si ella me la haría. Me dijo que sí. "¡Bien! Un problema menos". Luego me puse a hacer un curso de posgrado y me olvidé del tema...

...hasta el año siguiente, cuando las nulas espectativas de que el posgrado sirviera para algo me hicieron replantearme mi vida. Entonces me acordé de la beca Vulcanus, pero también recordé algo más que me habían dicho...

[Modo flashback on] ...dicen que si te presentas a la Vulcanus habiendo hecho antes otra beca en el extranjero, tienes más posibilidades... [Modo flashback off]

Y justo enfrente tenía un cartel que hablaba de la beca Leonardo Da Vinci, que parecía perfecta para empezar: tres meses, dos de ellos trabajando en una empresa de mi sector, en algún lugar de Europa. Fui a echar un vistazo. ¿Qué destinos hay este año? Pues tenemos Irlanda, Portugal, Italia y la República Checa. Mmm, Portugal no me vale, muy cerca... Irlanda, mucho frío y comida mala... ¿Italia? Es una opción... ¿Y qué es eso de la República Checa? Ah, Praga, la de Misión Imposible. Bueno, puede estar bien...

Echad cálculos: beca a nivel local, un chico sin oficio ni beneficio pero con la carrera terminada, y un nivel de inglés que se sale de madre (si es verdad, ¿para qué me lo voy a callar?). Total, que como la idea era ir a la aventura, pues puse Praga de primera opción. Y allí me mandaron. Vaya viaje, necesitaría otro blog para hablar de él, pero resumiendo: fuimos lo mejorcito de Cartagena, nos repartieron en pisos de mala muerte (yo era de los más afortunados: compartía un salón con otras dos personas, aunque luego me fui a casa de una familia), me pusieron a trabajar en una consultoría donde lo que menos había eran checos (dos islandeses, un eslovaco, un par de polacos, un indio y el menda), aprendí un montón, vi un montón de cosas chulas y me rompí un pie. No preguntéis. El caso es que cuando volví estaba con más ganas que nunca de repetir la experiencia, y allí entraba Japón...

Humor del momento: Listo para comerme el mundo. Película: Scarface.

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