martes, 14 de abril de 2009

Ame no shita ni utatteru

Bueno, hace ya más de una semana que no escribo. Como siempre, hay una buena razón para ello. Y, también como siempre, os la voy a explicar. Hay que ver, paso más tiempo justificándome que hablando sobre Japón, ¿verdad? Bueno, esta vez no hablo de Japón porque, básicamente, no he estado en Japón: me he pasado una semanita en mi España, a la que a base de añoranza estoy cogiendo hasta cariño, disfrutando de la Semana Santa con mi familia y mis amigos. Y con pan, jamón y queso, que también son buenas compañías.

Por lo que respecta a los viajes, el de ida y el de vuelta, bueno... en el de ida (a España, se entiende) hice escala en Amsterdam y Madrid antes de llegar a Alicante, donde cogí un taxi hasta Cartagena. Me pasé cerca de 26 horas sin dormir, porque siempre era de día, así que cuando llegué a mi cama me quedé frito al instante. El hecho de que mi cama sea la más cómoda del mundo (para mí) también tiene algo que ver, para qué engañarnos.

Durante la semana, buena comida, buenos amigos, no demasiado tiempo, por lo que a algunos no los pude ver (saludos a Patricio, que seguro que se está acordando de mí ahora mismo, y no con buenas palabras), y un trono precioso debajo del cual me situé, con jet lag y todo (vale, ya se me había pasado, pero un poco de teatro nunca viene mal) para hacer el Encuentro.



A la vuelta, siguiendo el mismo camino pero al revés, hubo algunas diferencias. La primera, que me encontré con una pareja de recién casados que iban a pasar la luna de miel en Japón. Los perdí de vista en Amsterdam, porque al parecer iban en otro vuelo, así que, Richard-san y Eva-san, si leéis esto, un saludo. La segunda es que en el viaje de vuelta sí se hace de noche, así que dormí un poco, pero así y todo aún me dura el horario de España. Como dice quien yo me sé, "a lo bueno se acostumbra uno muy rápido".

La última diferencia requiere un poco de explicación. Cuando me fui a España, me fui con 20kg de libros y nada de ropa, como es lógico. A la vuelta pensaba volver con la maleta vacía, pero me volví con 20kg de comida y nada de ropa, lo cual es mucho más lógico. Preocupado como iba por llevar todo ese material en la maleta, no me imaginaba que en la aduana iba a haber aventura, pero por razones muy diferentes: uno de los perros buscadroga me cogió cariño, y se puso a olisquearme la pernera. La razón, supongo, es que yo también tengo perro, y uno muy cariñoso, pero el caso es que me hicieron abrir la maleta, vaciarme los bolsillos y quitarme los zapatos. Hasta me enseñaron fotos de montones de drogas diferentes, a ver si reconocía alguna. ¿El resultado? Los japoneses se quedaron flipando cuando les dije lo que valía en España lo que me había traído (muchísimo menos que aquí), pero nada más. Lo dicho, una aventurilla más.

Humor: delicioso. Una película: El pelotón chiflado.

No hay comentarios: