domingo, 7 de septiembre de 2008

Cómo llegar de Cartagena a Japón perdiéndose por el camino.

Fecha: 02/09/2008

Me levanto a las 4:45 de la mañana, sin ser apenas consciente de lo que estoy haciendo. Desayuno, viene Alejandro y nos vamos a la estación. No me daba cuenta de nada. Llego a Madrid con 4 horas de margen para coger el avión, y aún así voy con el arroz pegado, entre la cola para envolver la maleta y unos problemas que hubo con el billete del segundo vuelo, que no me lo pudieron sacar desde Madrid. Tras algo más de dos horas de vuelo llego a Frankfurt: me saco el segundo billete y me encamino al punto de encuentro, donde me veo a Rocío (una compi española) esperando sola. Por suerte no llevaba mucho tiempo esperando: también tuvo problemas con su billete. Nos pasamos el rato hablando y esperando al resto, que no aparecen. A nuestra hora nos vamos al avión, que es la pera: TV en cada asiento con videojuegos (invaders, arkanoid, cosas así), películas, música, de todo. Como tengo el estómago revuelto y mucho sueño, decido pasar de cena y tratar de dormir: reclino asiento, me pongo un cojín sobre la cara y me quedo frito. Despierto con el tiempo justo de ver Kung-Fu Panda en la TV antes de aterrizar, además de preocuparme por el control de aduanas. Resulta que nos entregaron en el avión unos papeles para rellenar y entregar en aduanas, en los que había que decir qué cosas traías en plan ilegal y demás. Cuando llego a la parte de "material que infrinja la propiedad intelectual" casi me da algo: en el PC llevo juegos de DS y de GBA a montones, además de una carterita con unos 15 juegos de PC. Lo escondo todo como mejor puedo y bajamos del avión. Temores injustificados: tras el control de inmigración y recoger el equipaje, en el control de aduanas pasan de mi maleta olímpicamente. Son aproximadamente las 3 de la tarde, hora local. Nos encontramos con Tomasso (italiano) y Eric (gabacho, el pobre) y echamos un ojo a las opciones de transporte. La recomendada, 3000Y en autobús y unos 200 en metro. Rocío y yo nos vamos en otro: 3500Y por un billete de tren más una tarjeta con 1500Y válidos para metro. Para los profanos, imaginad que los yenes son pesetas, y vais bien. Nos perdemos por las estaciones de metro, y llegamos al hotel 3 horas más tarde, pero con una buena experiencia.

Saco de la maleta mi equipaje de mano para enviar el resto a mi residencia, subo a mi cuarto y me ducho. Dios, cómo lo necesitaba. Llamo para avisar de que estoy bien (me sale por 1000Y hablar 5 minutos) y bajo a recordar viejas caras y cenar. Nos vamos andando hasta una calle concurrida (luego descubriríamos que era Roppongi, el barrio de fiestas duras de Tokyo) y cenamos ramen. Buenísimo. Una delicia. Mientras volvemos al hotel (algunos, otros lucharon contra el jet-lag a su modo), unos tipos enormes y negros nos ofrecen entrar en un amago de cabaret. Ni siquiera los más festeros del grupo se atrevieron a entrar ahí; ya veremos si eso cambia con el tiempo. Llegamos al hotel y me echo a dormir, sin mucho éxito porque meterse un ramen entre pecho y espalda media hora antes de dormir no es una buena idea.

Humor: Muerto. Canción: La nana de Zelda.

1 comentario:

Maestro Vecino dijo...

As osado revelar mi nombre a las primeras de cambio
"Dios maldiga tu negra alma"