domingo, 7 de septiembre de 2008

Semos europeos

Fecha: 06/09/2008

¡Ah, qué gustazo de desayuno! Leche, zumo (malísimo, parece fanta sin burbujas), bollitos, me siento como en casa. Como hemos quedado a las 12:30 aprovecho y hablo con el que se suponía que iba a conseguirme acceso a internet. Buena noticia: es fácil y barato. Mala noticia: necesito una tarjeta de crédito, que todavía me falta para tener. Noticia intermedia: no sé cuánto tardarán en instalármelo. Salgo a hacer compras: detergente y cubiertos de plástico, para cuando tenga cereales. El Lawson's es la pera: tiene de todo. Tiro la basura y me quedo con algunos volúmenes de manga que tienen buena pinta. Cuando llego a Asakusa, resulta que no tiene sólo una estación: tiene 3, dos de tren y una de metro. No logro encontrar al resto, así que me voy a visitar el templo por mi cuenta. Allí tampoco los encuentro, y me empiezo a deprimir. Como poco, me aburro, me canso, y cuando ya no quiero esperar más me voy al parque Ueno, donde se suponía que íbamos a ir después. Sigue sin haber suerte, pero lo verde tiene un efecto mágico sobre mí. Me siento y empiezo a escribir este diario a mano. Como una hora después, me levanto sonriente y con ganas de comerme Tokyo, yo sólo. Sigo adelante, veo cuervos y otros pájaros. Dejan que me acerque, lo que dice mucho de los japoneses: los animales no les tienen miedo.

También observo a los niños que juegan en el parque: son iguales que los europeos, lo que demuestra la tesis del embajador de España: lo que les hace ser como son no es vivir donde viven, sino su educación. El parque es enorme: está junto a un lago, y si lo cuentas como parte del parque, éste tiene casi 1500 metros de largo, y como la mitad de ancho. Extrañamente, hay poca densidad de gente, lo cual resulta refrescante. Paso por delante de museos de ciencias y de historia, pero no sólo están cerrados, sino que no me veo capaz de ver un museo. Entonces recuerdo una idea que se me ocurrió ayer mientras miraba el mapa. Muchos de vosotros habréis visto/leído Love Hina, y puede que incluso el resto reconozca la palabra “Todai”. Es la abreviatura de “Tokyo Daigaku”, que significa “Universidad de Tokyo”. No está lejos, así que me encamino dispuesto a llegar adonde sea. De camino conozco a una chica japonesa que acaba de salir de su clase de inglés, así que no me cuesta hablar con ella. Muy simpática, me guía, pero cometo un fallo: no pedirle su número. La próxima oportunidad no la desperdiciaré. Llego a la Todai, y me dan ganas de quedarme allí. No es en absoluto como me la había imaginado, pero sigue siendo la archifamosa Universidad de Tokyo, y me encanta.

Me voy a Shinjuku, donde en teoría hemos quedado a las 7:30 esta noche para salir de fiesta. No me apetece en absoluto, pero quiero ver a la gente. Esfuerzo vano: no encuentro a nadie: Sobre las 8 me encamino a una librería cercana, y me compro un paquetito de libros en japonés para principiantes que me habían recomendado. Cuando salgo está lloviendo a cántaros, pero por suerte la estación de Shinjuku es gigantesca y no me cuesta encontrar una entrada cerca de la librería. Para cuando vuelvo a casa ya ha dejado de llover, así que me compro un par de sandwiches para cenar y algunas otras cosas, juego un rato al ordenador, me curo las ampollas de mis doloridos pies y me echo a dormir. Por primera vez en días, no me pongo el despertador.

Humor: no tengo ganas de pensarlo. Un cuento: la bella durmiente.

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